Según las crónicas de Elisabetta Piqué publicadas el 8 del actual, el exarzobispo Bergoglio, hoy papa, se refirió con claro desprecio a la historia de su país, refiriéndose a dos hechos cuyos recuerdos marcan su modo resentido de interpretar la historia argentina. Sin nombrarlos, se refiere elípticamente a Sarmiento y a Roca, figuras que no creo que merezcan ese tratamiento por parte de una autoridad como la que él ejerce, como jefe máximo de un Estado extranjero. Son lamentables sus afirmaciones y cualquiera que las examine podrá pensar que nunca abordó la lectura ni del Facundo (“Civilización y barbarie”) ni del Martín Fierro, especialmente “La Vuelta de…” en sus cantos 3, 4 y 5, o Una excursión a los indios ranqueles y tantos otros. O en todo caso no los entendió. Con sus afirmaciones sacó de contexto esas referencias, sin aclarar a sus escuchas que el Facundo se escribió en plena época de la guerra civil entre unitarios y federales, olvidándose de que las críticas de Sarmiento estaban dirigidas a las Montoneras compuestas de gauchos e indios -seguramente- conducidas por Facundo Quiroga y Juan Manuel de Rosas, verdaderos destinatarios de esa obra excepcional. Desvirtuó la historia. Idéntico yerro de interpretación produjo al referirse a “los años ochenta [del siglo XIX] que llegó al cúlmine de aniquilar a la mayoría de los pueblos originarios porque eran barbarie”.
Sin perjuicio de las investigaciones por las que se ha demostrado que no hubo tal “aniquilamiento”, recordará Bergoglio seguramente, que sin la Campaña al Desierto, la Patagonia argentina hoy sería chilena. Sin embargo, en algo coincido con los dichos del obispo de Roma: todavía hay en nuestro país civilización y barbarie, compuesta -esta última- por todos aquellos que rompen los monumentos públicos, se roban las placas recordatorias, violentan con pinturas y fraseología dañina los edificios que son de todos o, en definitiva, impiden con su presencia abultada el libre tránsito que conduce a la libertad de trabajar y ejercer toda industria lícita. Todavía hay quien mata, hay quien roba y está fuera de la ley. Todo eso y mucho más constituye la barbarie actual en la Argentina; en algunos casos -no desmentidos hasta ahora- contando con el visto bueno de Roma.
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